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miércoles, 24 de noviembre de 2010

¡Que va!

La primera vez que te pude apreciar, fue de la única manera a la que a los chicos no les gusta ver a las mujeres.
Llorando.
Aquél día, mi estómago dolía... Y las clases parecían eternidad. Así que decidí matar un poco de tiempo y salir a tomar agua, pues la garganta se me secaba.

Abrí la puerta del salón, y los rayos del sol no se apiadaron de mi. Me atacaron constantemente, dejándome ciego por unos instantes. Por un momento, extrañé la oscuridad del salón, donde lo único que brillaba era la pantalla de mi ordenador.
Caminé hacía el final del pasillo. Las oficinas quedaron atrás y comencé a sorber tragos del bebedero.
Al terminar de hacerlo, levanté la vista y allí estabas tú, llorando... Sentada en las escaleras del edificio.

No te reconocí, a pesar de que compartíamos varias salones juntos.
... No te reconocí, a pesar de que más tarde, serías la mujer que me daría felicidad por el resto de mis días.

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