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viernes, 18 de junio de 2010

Alcoholímetro.

"Oye, ¿Dónde estás? Te he estado buscando todo el día. ¿Por qué no te pasas por acá y me visitas?.
Vamos, suelta la botella de Vodka. Prometo causarte los mismos efectos del alcohol, pero sin la pérdida de memoria

atte Carlos."



Al llegar a mi departamento, encontré la nota entremetida por la grieta debajo de la puerta.

Me quedé parada en la entrada por unos varios minutos. Mis dedos de la mano izquierda, comenzaron a jugar con el pedazo de papel que había recogido hace unos momentos. La planta de mi pie también comenzó a juguetear con la alfombra que se encontraba entre doblada, la cuál casi me hace tropezar y caer al piso.

El pan y el cartón de huevos pudieron quedar destruidos en éste momento.


No tengo nada que perder. Dejé la bolsa con los productos que había elegido en el supermercado sobre la mesa del cuarto de la sala. Me quité los zapatos para no volver a tropezar, me saqué la ropa y me propuse a darme un baño expreso.

A la hora, ya me encontraba manejando hacía su casa. Esperando que las cosas salieran mejor que la última vez que nos vimos. Tardé cerca de 35 minutos en llegar. Me estacioné en la esquina y comencé a caminar hasta la puerta principal. A decir verdad, estaba algo nerviosa. Toqué el timbre una vez para no sonar desesperada, incluso cuando era todo lo contrario. Al paso de varios segundos, nadie vino a abrir así que en algo de pánico comencé a presionar el botón constantemente.

¡Maldición! Saqué mi celular del bolsillo y navegué entre mis contactos hasta encontrarlo ¡Ajá, aquí estás! Pero vaya sorpresa... Su celular me mandaba al buzón de voz.

Gruñí de enojo, me di la vuelta y manejé de regreso.


¡Claro, claro! Sabías que iría tras de ti una vez más. ¡Tú lo sabías! Pero en algo tenías razón, me hiciste sentir mareada y enojada... Y ésta vez, no lo voy a olvidar.

¡Te maldigo, pequeño idiota!



-Armando-

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