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martes, 8 de diciembre de 2009

La luz de la vida.

Mi padre había abandonado a mi mamá, incluso antes de que yo naciera. Sé muy poco sobre él, pero nunca me dio curiosidad por saber quién fue o qué se encuentra haciendo en éste punto de nuestras vidas.
Por lo mismo, siempre fui apegado a mi madre, era la única persona en la que podía confiar, después de todo nos teníamos que cuidar el uno al otro para poder salir adelante.
Y cualquier persona que la lastimara, no era bienvenido para mí.

Los gastos eran fuertes, y no podíamos permanecer en una casa propia, por lo que comenzamos a vivir con mis abuelitos, (La mamá y el papá de mi mamá).
Mis abuelitos, siempre fueron muy buenos con nosotros, y con ellos en casa; La ausencía de un padre no era percibido.

Antes no podía entenderlo, ¿Por qué llorar por alguien que nos había dejado hace mucho tiempo? Mi mamá lloraba muchas de las noches, a veces no la veía, pero podía sentirlo en su mirada en la mañana siguiente. Justo cuando comenzaba a preguntarle el motivo de su llanto, sonreía. Y me respondía:

"¿Cuál llanto?"

De niños no pensamos muy bien las cosas, simplemente yo no podía ver y darme cuenta que ella amó a un hombre, y una traición como esa, es peor que cualquier cosa. Sé que no mentía cuando me decía que yo era su tesoro mas adorado... Sin embargo no era necesario ser adulto para entender que algo faltaba. Algo que llenara ese espacio que había sido vaciado sin remordimiento.

Abuelita me decía que yo era muy jóven para entenderlo, pero que en algún punto de mí vida, la curiosidad me superaría y me vería intrigado por saber quién era él y por qué nos había dejado. Pero que ahora... Vivieramos nuestras vidas, así como son. Sin peros ni cambios. Al fin y al cabo, si las cosas cambiaban, era para bien y no para mal.


Un día, yo estaba en el patio jugando con una pelota. Me gustaba patearla a la pared, me hacía sentirme como en las caricaturas de Futbol que veía en ese entonces... Y cuando realicé mi tiro del Tigre, la pelota rebotó por todos lados, y termino en la terraza del tercer piso.
Me quedé viendo para arriba por unos segundos, y noté que en pleno día el foco de esa terraza estaba prendido. Fuí corriendo hacía la sala.

-¡Abuelito, abuelito! Mi pelota cayó en la terraza del tercer piso, ¡ayudame a bajarlaa!

Así que subimos al tercer piso, me abrió la puerta con una llave que parecía ser muy vieja, agarré mi pelota, y antes de cerrar la puerta, le pregunté a mi abuelito que porqué dejaban prendido el foco en pleno día.

Y fue cuando me contó la historía:

"Tu abuelita y yo construímos ésta casa con nuestras propias manos. Al principío no era la gran cosa, pero con el tiempo, hemos logrado hacerla acogedora y agradable. La historia de éste foco, es que debe ser un cableado perdido, ya que ningún botón o interruptor, hace que éste foco prenda o se apagué.
Al principió nos angustiaba el no saber de donde provenía esa luz, mandamos a traer varios técnicos para que nos ayudaran, pero tampoco podían identificar el problema... Uno lo llegó a nombrar como "el pequeño foco milagroso" Pues apesar de estár todos los días prendido, parecía no gastar luz y no afectar en las cuentas de pago.

Simplemente era eso, luz sin precio. Luz pura.

De jóven llegué incluso a hacer apuestas con mis amigos. Intentabamos calcular, que día se fundiría el foco, o que día simplemente dejaría de brillar. Pero te diré... Llevo 40 años viviendo en ésta casa, y éste foco, ni siqueira ha bajado la intencidad de su brillo. Es como si fuera eterno, como si nos estuvieran demostrando, que ante todo problema, siempre hay un rayo de luz al final del camino que nos calmara el alma y nuestra respiración".


Cerramos la puerta nuevamente y hasta ahí dejamos el tema de la luz.


Yo no pensaba mucho en mi padre, ni siquiera sentía odio hacía él. Realmente no me importaba mucho. Alguna que otra vez me daban ganas de buscarlo, tan sólo para comentarle que mi mamá estaba sufriendo, y que si él no sentía ningún remordimiento, no era justo que mi madre estuviera sufriendo tanto... Incluso 8 años después de que nos había abandonadó.
Supongo que como niño, siempre hubieron cosas que me interesaban más. La televisión, los programas de radio. Incluso alguna niña de mi escuela y sobre todo... Mi madre.
Realmente mi universo giraba en torno a ella.

Días después, yo también me vi intrigado por equél foco que nunca se apagaba y comencé a adivinar en cuántos días se apagaría, pero nunca logré acertar al tiempo, ni al día.



¡Los años pasaron velozmente!
Pronto, yo pasé de tener 7 años, a tener 16

Y todo era justamente como mi abuelita había dicho. Las cosas cambiaban, pero para bien.
Mi madre ya había superado el dolor que le había dejado mi padre. Realmente después de tantos años, nos dimos cuenta que no valía la pena preocuparnos por algo así.

Los años de adolescente no me afectaron en ningún sentido, y apesar de tener mis propios amigos y amigas, mi madre era la persona más importante de mi vida. ¿Y cómo no serlo? Simplemente es amor a primer encuentro, igualmente es un amor sin compromisos ni barreras, es un amor que da ternura y nada más que eso.

Eramos felices, nada nos faltaba. Eramos la pequeña y perfecta familia de 4.

El tema con el foco, venía de lapsos, a veces me fijaba día a día, sólo por vieja costumbre. Pero también pasaban días, meses... Y en una ocasión llegó a pasar un año, sin que puse interés en saber si la bombilla seguía encendida.

Después de que cumplí 18 años, el foco ya no nos interesaba... Era un tema olvidado, como mi padre. Quién por cierto, nunca trató de comunicarse con nosotros.
Abuelita, no había cambiado de aspecto en todos éstos años, y siempre estaba tan energética. Recuerdo que sus manos olían a masa para hacer tortilla. Otras veces, olían a quemado, porque se les quemaban las mismas en el comál.

Por otra parte, abuelito ya se veía algo cansado todo el tiempo.

Sin embargo, nunca nos evitó pasar tiempo juntos. Muchas de las tardes, nos quedabamos viendo un programa sobre detectives el cual nos gustaba mucho. Solíamos imaginar que eramos un ladrón y un policía... Incluso cada quién se había inventado un nombre ficticio.
Otras veces, yo me quedaba leyendo a sus piés, mientras el se mecía en su silla.



Al cumplir 20 años, no pasó mucho tiempo para que Abuelito falleciera. Fueron días devastadores para todos. Mi madre, había perdido a su padre. Mi abuela, había perdido al amor de su vida. Y yo.. Había perdido a mi padre... Otra vez.

Mi madre no paró de llorar en todo el día, a veces le salían sonrisas, porque nosotros sabíamos que él había tenido una vida plena y feliz... Y que seguramente no pudo estár más orgullosa de su hija, de su amada, y de su nieto.
Pero no era motivo suficiente para dejar de llorar por completo, tan sólo era un pequeño respiro entre tantas lágrimas y saliva.

El funeral fue el mismo día en la tarde. Absolutamente muchas personas acudieron a el. Tosos los amigos de mi abuelito, aunque ya eran personas de tercera edad. También fueron mis tíos y primos.
El dolor que a mi me causó la perdida de mi Abuelo, fue demasiado... Y fue la primera vez, que pude sentir lo más semejante a lo que había sentido mi madre hace 20 años. Cuando ÉL nos había abandonado.

No pude hacer nada, tan sólo.. Brindarle mi apoyo, mis abrazos y palabras a mi madre y a mi abuela. Simplemente no podía dejar de abrazarlas.

"Todo estará bien. Él no nos abandonó, simplemente era su hora para partir a un lugar mejor. Y hay que vivir nuestras vidas así como son... Sin peros ni cambios.. Al cabo si las cosas cambian, son para bien y no para mal"

Mi abuelita sonrió, pues fueron las mismas palabras que ella me había dado cuando yo tenía 8 años. Y mi madre.... Mi madre, me dio una sonrisa sincera.

El funeral y el entierro habían terminado. Así que decidimos regresa a casa.

Justo cuando veníamos a unas cuadras de la casa, nos quedamos... Perplejos, sorprendidos, pero algo que pensamos que no pasaría nunca... Había pasado. El foco de la terraza del tercer piso, se había apagado. Obviamente no supimos que pensar ni decir... Supongo que lo primero que yo pensé, era que mi abuelo le daba vida a esa luz, y que como había fallecido, la luz del foco también se había ido con él.

Mi madre debió pensar lo mismo, pues ví como comenzó a llorar nuevamente.

Nadie tuvo hambre, y no cenamos. Esa noche, decidímos dormir los 3 en la misma habitación. Juntamos 2 camas para formar una grande. Y los 3 cupimos a la perfección, claro que... Una cuarta persona cabría. Y todos pensamos quién era el indicado para llenar ese lugar.

Los 3 ya estabamos acostados pero nadie decía nada, así que fuí yo quien dijo lo que se debía decir:

"Diosito, muchas gracias. Cuída a mi abuelito, al padre de mi mamá, y al hombre de mi señora abuela. Ambos te estamos eternamente agradecidos, por darnos una buena vida con él y estamos seguros, que en verdad lo cuidarás en tus brazos, y le harás saber el mensaje que tenemos hacía él. Por favor, díle que lo amamos, y que algún día... Los 4, volveremos a estár juntos y a reír. Díle que yo siempre seré su pequeño ladrón. Que para mi mamá, no había otro hombre como él. Y que para abuelita, en verdad fue el amor de su vida".

Los 3 nos dímos un gran abrazo antes de decirnos las buenas noches. Mi madre y abuela se quedaron dormidas primero. Después de tanto llorar... Es entendible quedar exhaustas y cansadas.
Poco después, yo también me quedé dormido.

Y así como fuí el último en quedarme dormido, fuí el último en despertárme. Bajé a la cocina para buscar a mi mamá, pero no la encontré. Grité varias veces.. "¡Mamá! ¡Abuela!" Pero nadie contestaba.

Me quedé unos minutos sentado en la cocina, hasta que escuché unas risas que venían por el pasillo del patio.

Eran las risas de mi mamá y mi abuela, así que salí rápidamente para ver que pasaba.

Y ahí estaban las dos. Paradas, en medio del patio. Con la cabeza en alto, con las sonrisas mas largas que pude haberles visto en toda mi vida.
Apesar de que creí saber lo que ya pasaba, me emocioné. Volteé la cabeza hacía arriba, y así fue... El foco de la terraza del tercer piso, estaba prendido nuevamente. Después de 1 día sin prender, ahora hasta parecía más brilloso.

Los tres nos tomamos de las manos y lloramos por unos momentos. Ésta vez lloramos con sonrisas en la cara... Ésta vez, lloramos de felicidad.
Por que aquél hombre que habíamos perdido la noche pasada, estaba nuevamente con nosotros, y aquél rayo de luz pura, ahora era una luz de vida.

La misma luz que nos calmaba el alma y aliento pero ésta vez, por las razones ciertas y sin especulaciones.


-Armando-

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